Esta voz que me dice que no hice nada malo. No hice nada y punto. No te vas ni estuviste.
Llegas como la última hoja desprendida del árbol de otoño. Y nadie puede verte en tu esplentor al caer: tierna y fragil y ligera. Lo que no me gusta de todo esto, es que no me puedes decir como es la muerte! Te hablaré y te recordaré de vez en cuando. A veces dudo que puedas oirme. Puedes?
No gira el Sol, Resplandece!
.
.
.
Me aligeras la pesadumbre de vivir. Sólo tu sabes ahora lo que sigue ("el paso siguiente, el otro, el otro"). Con tu risa a cinco y cero meses de aqui y tus ojos con los que recordé lo bonita que eres. Yo no se, apenas del frío que hace...
Tu abuelo, te preocupaba. Sólo recuerdo dos momentos; unos lentes, una manzana, una foto, una canción, un pasto verde.
No hablaré del ángel que eres, del permiso de don Pedro, de puertas de oro gigantes... A veces no hay que decir nada más. (Punto de inicio y punto final)
Si hablo, tienes que saber que no es por ti. Sino por mi., por sentir que digo algo. No estoy feliz ni triste. No quiero quedarme con los brazos cruzados. Gracias por salpicarme con esta repentina tranquilidad de la vida:
"No hay que preocuperse por la vida...
ni por la muerte", dices.
Arranco una hoja del árbol de la vida de la ilusión y de la muerte. Para que lo vean los ciegos del mundo.
Vives por siempre.